Gritan conmigo

Lo que siempre he envuelto entre suspiros.

Volvemos efímeros en nuestras zancadas, repetimos nuestros pasos, no somos conscientes de que en cuanto nos despistemos vamos a intentar acabar el uno con el otro. Nos queremos matar. Te quiero matar para que no me quieras. Por ti, alegría y dolor tienen un mismo sabor, y sin saber muy bien por qué vuelvo a caer en tu gravedad. Es extraño porque la oscuridad no está al alcance de todos, solo de unos pocos afortunados que saben encontrar la luz en tu mirada. Yo me sé de memoria la luz de tu mirada, la he visto muchas veces en los pensamientos de Fer y en ocasiones he soñado con ella. Está en todas partes. El pop se inspira en ella. De hecho, soy pop por ella. Los instantes en los que escribí tu nombre en los cristales empañados del metro me sirvieron para dejar de inculcarte mis besos. La gente me miraba raro y ya he dejado de acostumbrarme a no ser normal. Perdóname si alguna vez te he hecho dudar. Perdóname por dejarte tres mil mensajes empapados de mi esencia. Prepárate para descubrir lo que siempre he envuelto entre suspiros, y prométeme que me recordarás como lo que nunca grabaste en tu epitafio.

Esto es lento.

Ralentiza. Viaja hacia el pretérito y siéntelo. Las estrellas se escapan y la luna hoy quiere formar una úlcera de dolor. ¿Notas los agujeros negros? No es que sea de noche, es su corazón, que se ha esparcido por la galaxia dejando un rastro de desamor ilegible. Yo lo leo, sé leer corazones rotos mejor que nadie. Sé que algunos se llaman Clara y otros están más oxidados porque nunca han querido o porque nunca han sabido querer. Quizá le tendría que haber dado una razón para que se quedara. O romper todas sus ventanas con besos mestizos. O saber diferenciar entre realidad y ficción. O ir hacia su casa y no llamar a la puerta porque sabes que estás arrastrándote demasiado, apoyarte en ella y sentir su olor. Su presencia corrompiendo en las situaciones de la habitación. Sabes que está ahí, tiene la radio encendida. Escuchas su risa y cuando se te escapa un sollozo todo termina, porque se ha dado cuenta de que estás tras la puerta y lo único que quiere es que entres. Pero el orgullo te eclipsa, y a ella también como para abrir. Te vas; así, sin más, y puede que para la mañana siguiente otro se la haya follado. Pero tranquilo, aún quedan estrellas en el cielo que no se han escapado. Ahora sólo hace falta que te olvides de la que ha reinado en tu universo todo este tiempo, el sol.